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Origen das alergias

Actualizado: 12 sept 2020





Origen de las alergias

Las enfermedades alérgicas se producen por una alteración del sistema inmunitario en la que participan distintas células, principalmente mastocitos, basófilos, linfocitos y eosinófilos. El desencadenamiento de una reacción alérgica supone la liberación de mediadores inflamatorios que son los responsables inmediatos y tardíos de los síntomas que padecen los pacientes. Las sustancias que causan alergia se llaman alérgenos, y son moléculas capaces de estimular nuestro sistema inmunitario para que genere unos anticuerpos especiales de la clase IgE. Los alérgenos transportados más frecuentemente por el aire son los pólenes, los hongos, los ácaros y los epitelios de animales domésticos. También son alérgenos importantes algunos alimentos, las picaduras de abejas y avispas, y los medicamentos. Las enfermedades alérgicas tienen un claro componente hereditario y, aunque se han producido importantes avances en su investigación, queda todavía mucho por descubrir, como predecir qué personas desarrollarán alergia, y a cuáles habrá que exponer o no y a qué influencias ambientales, para evitar que se manifieste la enfermedad.

Estornudos, picores, tos seca… La primavera está en pleno apogeo y, con ella, han llegado las alergias y sus molestos síntomas. “La alergia es un tipo de respuesta inmunológica o de defensa frente a sustancias que normalmente no producen reacciones en el resto de individuos”, comenta el doctor Jonathan Kilimajer, especialista en Alergología e Inmunología Clínica en la Clínica Subiza.

“La alergia es un tipo de respuesta inmunológica o de defensa frente a sustancias que normalmente no producen reacciones en el resto de individuos”

“Este concepto va de la mano de la hipersensibilidad refiriéndonos con esto al mecanismo de respuesta a un agente extraño (alérgenos como pólenes, ácaros, epitelio de animales, alimentos, conservantes, medicamentos, etc) que conduce a la reacción alérgica”.

¿Por qué se producen las alergias?

Una alergia ocurre por una reacción de hipersensibilidad debido a los anticuerpos que se generan. Estos anticuerpos se llaman inmunoglobulina E. Un alérgeno es un agente externo inofensivo que nuestro cuerpo reconoce como peligroso En primer lugar se produce una sensibilización o contacto en la cual se produce una respuesta frente a varias exposiciones a un alérgeno que viene a ser un agente externo inofensivo que nuestro cuerpo reconoce como peligroso generándose estos anticuerpos. En una segunda fase o en el siguiente contacto con el alérgeno se producen una serie de mecanismos que desencadenan la liberación de mediadores inflamatorios que producen la reacción alérgica.

¿Cuándo empieza la alergia?

Aunque es más común que comiencen en la infancia, no siempre es así. Incluso pueden desaparecer con los años: “Si una persona está expuesta a un alérgeno por mucho tiempo podría desensibilizarse y la alergia desaparecer (crear una memoria inmune que hace que la alergia desaparezca, algo que se busca con las vacunas por ejemplo) mientras que otras al exponerse a agentes extraños al que no estuvieron expuestos o al contacto de forma intermitente a otros agentes podrían generar alergia a cualquier edad”, explica el doctor.

¿Cada vez hay más alérgicos?

“Entre el 20 y 25% de la población tiene alguna enfermedad alérgica más o menos grave hoy en día”, explica Joaquín Sastre, presidente de la Sociedad Española de Alergología. La teoría de la higiene parece explicar por qué cada vez más personas tienen alergia

La teoría de la higiene parece explicar por qué cada vez más personas tienen alergia, entre otras enfermedades: “Mientras más nos urbanizamos y alejamos de un ambiente natural las poblaciones se vuelven más alérgicas”, explica el doctor Kilimajer. Pero no es la única que explica el incremento: “En cuanto a las alergias primaverales también podemos hablar de la potencia alergénica cambiante de los pólenes debido de la contaminación medioambiental, las tormentas, el cambio climático y la plantación exagerada de ciertos árboles en la vía urbana”, sostiene.

En el caso de las alergias alimentarias, estas van en aumento “por el mismo concepto aunque al parecer también influye nuestra dieta, los procesos alimentarios, las mismas alergias ambientales y la genética entre otros factores”, comenta el alergólogo.

¿Qué es exactamente la anafilaxia?

La anafilaxia, según explica el doctor Kilimajer, es la reacción más severa en alergia, “siendo una reacción muy rápida de liberación de mediadores de inflamación que aparece a los pocos minutos y pone en riesgo la vida del paciente involucrándose no solo la piel y tejidos si no también el sistema respiratorio o cardiovascular”. Urticaria, hinchazón, pérdida de conocimiento e, incluso, dificultad para tragar o respirar son algunos de los síntomas del shock anafiláctico.

¿A qué nos hacemos alérgicos? ¿Qué son los alérgenos?

Nos podemos hacer alérgicos a muchas de las cosas que nos rodean. Basta con que nuestro organismo las reconozca como extrañas (que no forman parte de nuestro cuerpo). Las sustancias que causan alergia se llaman alérgenos. Los alérgenos son moléculas capaces de estimular nuestro sistema inmunitario para que genere unos anticuerpos especiales (IgE). Una vez que se han formado estos anticuerpos, el alérgeno, en un nuevo contacto con el organismo, se unirá a los anticuerpos y ambos iniciarán la reacción alérgica. Por lo tanto, una sustancia es un alérgeno en función de la respuesta que nuestro organismo desarrolle contra él. La respuesta del organismo a un alérgeno es compleja y está influida por múltiples factores: la susceptibilidad propia de la persona a ser alérgico, el ambiente que le rodea y las características propias de la sustancia (el alérgeno).

¿Qué moléculas pueden ser alérgenos?

Los alérgenos suelen ser proteínas, a menudo glicoproteínas (moléculas compuestas por una proteína y uno o varios hidratos de carbono), o lipoproteínas (proteínas que transportan los lípidos o grasas). Excepcionalmente, algunos hidratos de carbono (azúcares) pueden también generar anticuerpos, funcionar como alérgenos y provocar reacciones alérgicas.

Generalmente, los alérgenos deben ser relativamente grandes para poder provocar alergia. Pero, en ocasiones, algunas moléculas pequeñas también lo hacen: se llaman haptenos y es el caso de muchos de los medicamentos. Para que eso sea posible, los haptenos necesitan unirse a alguna proteína que les sirva de transporte y embajadora ante el sistema inmunitario. Los haptenos, sin ayuda de una proteína transportadora, no podrán provocar la alergia.

¿Por qué unas moléculas producen alergia y otras no?

Desde hace mucho tiempo los científicos se hacen esta misma pregunta y desgraciadamente continúa sin estar totalmente aclarada. Las características que hacen que una molécula sea alergénica (se convierta en un alérgeno) no están muy bien definidas, y no todas las proteínas tienen la capacidad de causar alergia. En primer lugar, cuanto más diferentes son las moléculas de nuestro organismo, más fácilmente serán capaces de provocar alergia. En general, las moléculas que han divergido ampliamente en los distintos linajes evolutivos son potentes alérgenos. En segundo lugar, las moléculas que contengan muchos epítopos (grupo de aminoácidos que se une a los anticuerpos IgE) tendrán más probabilidades de causar reacciones. El tamaño, la solubilidad, la similitud molecular a otros alérgenos y la estabilidad molecular contribuyen también a determinar su potencia alergénica. El tamaño y la solubilidad son factores importantes, especialmente para los aeroalérgenos que acceden al organismo a través de las vías respiratorias. En general, deben ser proteínas de 10-60 kilodaltons y ser solubles en agua, pues así se facilita su liberación en la mucosa respiratoria. Las partículas volátiles que son aerotransportadas tienen origen diverso (polen, esporas, heces de los ácaros) y su tamaño determina el tiempo de permanencia en el aire y, por lo tanto, el grado de exposición del individuo. Las partículas de menor tamaño (5-10 μm de diámetro) permanecen en suspensión por tiempos más prolongados que las partículas mayores (10-40 μm), las cuales se sedimentan por acción de la gravedad. Algunos alérgenos, como los epitelios de perro y gato, son partículas pequeñas; sin embargo, los alérgenos de cucaracha y los ácaros del polvo son partículas de mayor tamaño. En el caso de los alimentos, su capacidad de resistir altas temperaturas y la digestión del jugo gástrico, es decir su estabilidad, les ayudan a incrementar su potencia alergénica.

Finalmente, la similitud de una proteína con otra que desencadena alergia también la hace mejor candidata para ser alergénica. Existen muchas familias diferentes de proteínas, pero la mayoría de los alérgenos pertenecen sólo a unas pocas. Aunque están aún por definir todos los requisitos que debe cumplir la proteína para ser alergénica, el conocimiento, cada vez mayor, de cada unos de estos aspectos hace que a veces se pueda aventurar el riesgo de una molécula de ser alergénica y causar alergia.

¿Qué otros factores ayudan a las moléculas para ser alérgenos?

No únicamente las propiedades químicas de los alérgenos influyen en su capacidad para provocar alergia; la duración de la exposición al alérgeno también es importante. Los alérgenos de interior, como los ácaros o los epitelios, se inhalan durante muchas horas al día y eso favorece la sensibilización y el desarrollo de alergia. Por otro lado, algunos alérgenos son causa de alergia ocupacional, es decir, están relacionados con el trabajo, y se desarrollan debido a su exposición durante muchas horas al día. La concentración, esto es, la cantidad de estos agentes en el aire, es asimismo un factor de mucha relevancia. No obstante, en ocasiones ocurren cosas paradójicas. Si la concentración de los alérgenos es muy baja, no serán capaces de provocar una respuesta inmunitaria en el organismo; pero a su vez, si las concentraciones son excesivamente altas, pueden provocar un estado que se llama tolerancia y tampoco resultar capaces de sensibilizar al individuo.

La exposición a alérgenos de forma intermitente (medicamentos periódicos, pólenes) también favorece la respuesta alérgica. En último lugar, el tipo de partículas que transportan los alérgenos en el aire puede favorecer su capacidad alergénica. Por ejemplo, se ha podido comprobar que las moléculas despedidas por los coches de diésel transportan alérgenos y los hacen más potentes.

¿Cómo reconoce el organismo los alérgenos?

Las proteínas están formadas por unas unidades pequeñas: los aminoácidos.El organismo reconoce los alérgenos a través de sus anticuerpos especiales IgE. Cada anticuerpo está dirigido exclusivamente a un único alérgeno (es específico de él), y de él sólo reconoce un reducido grupo de aminoácidos. Estos grupos de aminoácidos, críticos en la unión de alérgeno-anticuerpo, se llaman epítopos o determinantes antigénicos.

El determinante antigénico puede estar constituido por aminoácidos consecutivos y, aunque la proteína se altere por alguna razón, podrá seguir produciendo alergia. Los alérgenos que poseen este tipo de determinantes, llamados epítopos lineales, se consideran muy estables y suelen causar reacciones de gravedad (algunos alérgenos del cacahuete, la leche y el huevo). Por otro lado, existe otro tipo de epítopos o determinantes antigénicos formados por aminoácidos que no son consecutivos y que están en zonas diferentes de la molécula. Pero como las proteínas suelen estar plegadas, espacialmente éstos se encuentran muy próximos unos a otros y forman un conjunto. En este caso, los epítopos se llaman conformacionales porque tienen que ver con la forma de la proteína, y cualquier situación que modifique la forma (el plegamiento de la proteína), como el calor del cocinado o la acidez con que se encuentra el alimento al llegar al estómago, le quitará su capacidad de producir la reacción alérgica. Éstos son determinantes alergénicos o epítopos más lábiles que los anteriores y forman parte de alérgenos débiles (figura 2). Algunos de estos alérgenos los contienen diversas frutas y verduras. Por eso, en ocasiones, la fruta produce reacciones si se ingiere fresca, y sin embargo, es posible que se tolere en compota.

En general, cada alimento está compuesto de muchas proteínas diferentes (además de las grasas y azúcares), pero sólo unas pocas contienen epítopos y, por tanto, son capaces de causar alergia (son alergénicas). Los alérgenos se pueden desnaturalizar (alterar) por diversas razones (al cocinarse, por la acción de las enzimas del tubo digestivo, etc.). Si sus epítopos (parte esencial para la reacción alérgica) son lineales (A), el alérgeno continuará causando alergia. Si los epítopos son conformacionales (B) perderán su capacidad de producir la reacción alérgica.

¿Cómo entramos en contacto con los alérgenos?

Para desarrollar la enfermedad alérgica se necesita, como es natural, una exposición al alérgeno. El tipo de exposición puede ser muy diverso. La piel, las mucosas respiratoria, gastrointestinal, genital o de las glándulas mamarias son las barreras del cuerpo al contacto contra las moléculas del ambiente. Si los alérgenos están en el aire, como el polen, entrarán a través de la nariz o la boca al pulmón, produciendo una rinitis o un asma. Si entran en contacto con la mucosa del ojo, provocarán una inflamación e irritación local; es decir, una conjuntivitis. Los alérgenos también pueden ser ingeridos, como es el caso de los alimentos. De este modo, contactarán con la mucosa de la boca, pudiendo provocar síntomas como el picor labial o en la cavidad bucal. Si llegan al estómago, se mezclarán con el jugo gástrico y, si no son destruidos por el ácido (característico de los epítopos lineales), pueden ocasionar una inflamación en la mucosa estomacal (dolor, náuseas y/o vómitos) o del intestino (diarrea); o bien ser absorbidos, pasando a la circulación sanguínea y propiciando síntomas a distancia que pueden ser graves, como la urticaria, el asma, la caída de la tensión arterial y/o el mareo. Una tercera vía de contacto con el alérgeno puede darse a través de la piel (alergia de contacto). Un ejemplo de ello es la alergia al látex. El látex es un material con el que se hacen muchos productos de goma, como los globos y los guantes de los hospitales, a los que más del 10% del personal sanitario está sensibilizado. Los propios pólenes en ocasiones provocan síntomas cutáneos como el enrojecimiento de la piel y los habones al depositarse sobre ésta. Finalmente, los alérgenos también pueden ser inyectados, como en el caso de las picaduras de los insectos o de algunos medicamentos.

¿Cómo nos protegemos de los alérgenos?

El alérgeno actúa de forma diferente dependiendo de la vía de entrada a nuestro organismo. Inicialmente, conecta con nuestras barreras naturales. Éstas son la piel o las mucosas. Las barreras están encargadas de protegernos de las agresiones del exterior y tienen la misión de mantener el medio interno a salvo; mantienen las partículas fuera del organismo. Por lo tanto, actúan como obstáculos físicos. En segundo lugar, debajo de estas barreras naturales (las mucosas y la piel) se encuentran diferentes células del sistema inmunitario, estandartes de la defensa del organismo, que al reconocer las moléculas extrañas las destruyen y las rechazan. La integridad de estas barreras, y el tipo de las células del sistema inmunitario que se encuentren cercanas a la puerta de entrada, serán muy importantes para que puedan generar o no los anticuerpos frente a los alérgenos que lleguen y, en definitiva, logren provocar la reacción alérgica. Las barreras naturales (la piel, la mucosa oral, la mucosa nasal, etc.) son diferentes entre sí. Por eso las proteínas que se inhalan deben cumplir unos requisitos diferentes a, por ejemplo, las que son ingeridas para llegar a convertirse en alérgenos.

¿Cuáles son los principales alérgenos?

Las sustancias que pueden provocar reacciones alérgicas se pueden clasificar de muchas maneras. Una de ellas es la forma de acceso al organismo. Los alérgenos que tienen en común una puerta de entrada tienen muchos otros aspectos en común.

1. Alérgenos inhalados

· Aeroalérgenos: Son aquellos que son transportados por el aire y, por tanto, se inhalan. Este tipo de alérgenos, fundamentalmente pólenes y ácaros, es el que con más frecuencia produce alergia. En este grupo, se pueden distinguir los alérgenos de interior (dentro de las casas) y los del exterior. Los alérgenos de interior habitualmente producen síntomas crónicos a lo largo de todo el año y, sin embargo, los de exterior son más frecuentemente estacionales.

· Los pólenes: Son alérgenos de exterior. Son gametofitos masculinos vivos de plantas de tamaño grande (gimnospermas y angiospermas). Son anemófilos (transportados por el viento) y, en épocas determinadas (invierno o primavera-verano), se concentran en el aire. Es raro que las plantas cuya polinización se efectúa a través de los insectos causen alergia. Las plantas que generan pólenes alergénicos (con capacidad de provocar alergia) se agrupan de la siguiente manera: árboles, hierbas y malezas. El tamaño del polen oscila entre 20-60 µm en los árboles; 30-40 µm en las hierbas, y entre 5-20 µm en las malezas. Puede causar inflamación de los ojos (conjuntivitis), de la nariz (rinitis) o del pulmón (asma). Los árboles, los arbustos y las hierbas liberan estas partículas minúsculas al aire para fecundar otras plantas y recorren, en ocasiones, varios kilómetros por el aire. La alergia al polen es estacional, es decir, sólo aparece en determinadas épocas del año, que corresponden a las de polinización de las plantas. Es entonces cuando los individuos alérgicos padecen molestias, y pueden estar cerca de las mismas plantas el resto del año sin mayor problema. Por lo tanto, una persona alérgica al polen del olivo únicamente acusará los síntomas cuando se acerque a él en su época de polinización. Si los síntomas aparecen durante los meses de enero y febrero, es probable que el polen de las arizónicas (cupresáceas) sea el motivo de la alergia. Sin embargo, si éstos aparecen de abril a junio, las gramíneas (hierbas) y el árbol del olivo suelen ser los principales responsables. Es muy importante conocer la flora local del entorno del paciente, porque en cada área la distribución de las plantas es diferente, y la cantidad e identidad de los pólenes es, por tanto, particular.

· Los ácaros del polvo doméstico: Son otra de las causas más frecuentes de alergia. Son insectos arácnidos, microscópicos, de unos 0,33 mm de largo, que viven a nuestro alrededor y se encuentran en el polvo doméstico. Se alimentan, entre otras cosas, de los millones de células de piel muerta que se desprenden cada día de los cuerpos humanos y animales, así como de cualquier otro resto de proteínas que exista en el ambiente. Para sobrevivir requieren condiciones ambientales concretas: temperatura cálida y en particular una humedad elevada. Obtienen el agua de la humedad suspendida en el aire. Cuando la humedad relativa supera el 60% (en especial, el 80%) y la temperatura, los 21º C (preferentemente entre 25-30º C), los ácaros del polvo tienden a multiplicarse. Por ello, se desarrollan mejor en zonas costeras (costa Cantábrica y Mediterránea, Canarias y Baleares). Los ácaros se encuentran mayoritariamente en colchones, pero también colonizan otras partes de la casa (ropa de la cama, almohadas, muebles, moquetas y tapicerías). Tanto el cuerpo de los ácaros como sus heces contienen alérgenos, aunque es en las heces donde se encuentran los más alergénicos. De forma similar a los pólenes, las diferentes especies de ácaros se distribuyen de forma irregular por todas las regiones, y por ello es clave, también en este caso, conocer los ácaros principales de la zona de residencia del paciente.

· Los hongos: También se los denomina mohos. La primera vez que los mohos se asociaron a la alergia fue en 1726, cuando se observaron casos de asma en personas que visitaban una bodega. Como los ácaros, crecen en ambientes húmedos y cálidos, y mejor en la penumbra. Se encuentran tanto en el interior como en el exterior de los edificios. En el exterior, el moho se forma en zonas mal drenadas donde se acumula la humedad, como en los montones de hojas en descomposición o en los contenedores de abono. En ocasiones, los síntomas aparecen después de rastrillar, o de haber permanecido en un granero con heno contaminado por hongos. En el ambiente natural, existen más de cien especies distintas de hongos y todavía no se han determinado los predominantes en cada región. En los interiores, proliferan en baños y sótanos con humedades o goteras. El olor a humedad sugiere la presencia de moho. Las esporas de los hongos son las que principalmente desencadenan la alergia (1-100 µm). Aunque pueden estar presentes en el ambiente todo el año, su concentración aumenta en otoño y primavera. Los más frecuentes son: Alternaria, Aspergillus, Penicillium y Cladosporium.

· Las mascotas: Los alérgenos de origen animal proceden en su mayoría de animales domésticos y son alérgenos de interior. Las moléculas alergénicas provienen de la saliva, la orina, el pelo, las plumas y las escamas. Así, cuando el animal se lame, la saliva se le deposita en el pelaje y, a medida que la saliva se seca, las partículas proteicas son transportadas por el aire e impregnan los muebles y los tejidos (ropa, cortinas, etc.) del entorno doméstico. Por este motivo, la alergia a los gatos es la más frecuente, ya que es un animal lamedor como parte de su aseo diario; también se considera una de las más graves entre las causadas por mascotas. El tamaño diminuto de los alérgenos de gato hace que se suspendan mucho tiempo en el aire, y que una vez retirado el animal del domicilio, se tarde varios meses en disminuir los niveles al umbral que se halla en las casas en las que no habitan gatos. También se puede desarrollar alergia a los perros. Las caspas de todos los perros incluidos los caniches, son alergénicas, pero hay diferencias en el número y cantidad de proteínas alergénicas, según las razas. Es frecuente que a los pacientes les cueste aceptar que un animal doméstico sea la causa de sus síntomas, incluso cuando se constata tras una prueba de alergia positiva. Los animales domésticos, además de producir aeroalérgenos, pueden producir alergia por el contacto (urticaria), al tocar al animal o los lugares en los que se han depositado sus partículas. Otras mascotas que frecuentemente se asocian con la alergia son los hámsteres, pájaros y ratones.

· Los insectos. Otros animales pequeños, como las cucarachas, también se pueden encontrar en el entorno doméstico y ser causantes de enfermedades alérgicas. Su proliferación es mayor en las ciudades y en climas cálidos. Con frecuencia son responsables de asma y rinitis alérgicas. Las dos especies más comunes son la cucaracha alemana (Blatella germanica) y la cucaracha americana (Periplaneta americana). Contienen alérgenos que se pueden parecer a los de los ácaros del polvo doméstico y la gamba. Las polillas también se han asociado con la alergia en algunas regiones. Su molécula responsable parece concentrarse fundamentalmente en junio, agosto y septiembre. Se ha descrito asimismo alergia a los escarabajos y las moscas.

2. Alérgenos por ingestión: los alimentos

Los alimentos o trofoalérgenos pueden provocar reacciones alérgicas. La alergia a los alimentos genera reacciones que afectan a diferentes órganos: la piel (picor, enrojecimiento, habones); el sistema digestivo (náuseas, vómitos, diarrea); el sistema respiratorio (estornudos, mucosidad nasal, dificultad respiratoria, opresión en el pecho); cardiovascular (arritmias cardíacas, caída de la tensión arterial) y neurológicos (mareo). Si las reacciones son muy graves pueden llegar a ocasionar la muerte. Cualquier alimento puede comportarse como un alérgeno. Sin embargo, algunos lo hacen con mucha mayor frecuencia, y ello depende, en gran medida, de los hábitos alimenticios de cada región y de la edad del paciente. Así, en España, los alimentos que más habitualmente causan alergia en los niños son la leche, los huevos y el pescado. Sin embargo, en los adultos es frecuente la alergia a las frutas y las verduras, los frutos secos y los mariscos. Es importante no olvidar que con los alimentos pueden ingerirse diversos aditivos, conservantes y colorantes, tanto naturales como sintéticos, que pueden ser los responsables de la reacción.

En general, las moléculas alergénicas de los alimentos sufren muchas alteraciones antes de ser absorbidas en el tubo digestivo. Durante su manufactura y preparación pueden alterarse al ser cocinadas (calentadas y mezcladas con otros productos); posteriormente, al llegar a la boca, sufren la acción de la saliva, y, en el estómago, la de los jugos gástricos (acidez y enzimas). Por ello, en general las moléculas de los alimentos que provocan alergia suelen hallarse en grandes concentraciones en el alimento y ser muy resistentes (habitualmente tienen epítopos lineales). Algunos alimentos, aunque son alergénicos, no resisten estas agresiones y solo producen síntomas leves y transitorios en la boca (picor, enrojecimiento). Al llegar al estómago son destruidos y pierden su potencial alergénico. Éstos son los que contienen, a diferencia de los anteriores, epítopos conformacionales.

Se considera también de origen alimenticio la alergia a los parásitos que contaminan los alimentos, como es la alergia a la larva del Anisakis simplex del pescado. Esta alergia tiene lugar al inyectar el parásito su saliva a través de la mucosa del estómago del paciente. Existe otra clase de parásitos que transmiten los perros, el Echinococcus granulosus, que forma unos quistes ajenos al sistema inmunitario en el hígado, pulmón o bazo, que provocan reacciones alérgicas cuando el quiste se fisura y libera parte de su contenido al organismo.

3. Alérgenos inyectados: picaduras de insectos

La alergia a las picaduras de los insectos constituye un problema importante, pues causa fallecimientos en personas sanas. Son probablemente responsables de algunas muertes repentinas e inexplicadas. El alérgeno, contenido en el veneno, lo inyecta el insecto a través de la piel, burlando así una de las barreras clave de protección del organismo. Las moléculas alergénicas se depositan directamente en las capas profundas, y allí tienen acceso directo e inmediato al sistema inmunitario, por lo que las reacciones pueden ser muy rápidas. Las picaduras suelen provenir de insectos sociales y la mayoría son himenópteros. Existen dos familias importantes: los véspidos y los ápidos. Los véspidos (avispa de chaqueta amarilla, el avispón y la avispa común) anidan en la tierra y fácilmente se remueven durante actividades agrícolas o de jardinería; también son atraídos por la comida y merodean en zonas de picnic, especialmente en verano y otoño. La segunda familia la constituyen los ápidos, que incluyen a las abejas y a los abejorros; éstos suelen ser pacíficos y sólo pican cuando son molestados. Las personas pueden ser alérgicas a una o a varias especies, por lo que la identificación del insecto es capital para poder establecer un diagnóstico e indicar correctamente el tratamiento. Se dan, además, otras vías provocadoras de alergia (inhalada, de contacto), que en general no son tan graves.

Otros insectos de interés en alergología son las garrapatas de las palomas (en la imagen). Las palomas, frecuentes en las grandes ciudades, se posan en los tejados de los áticos. Allí desprenden sus garrapatas y éstas, generalmente por la noche, atacan a los inquilinos de la casa. A veces, es difícil identificarlas como causa de las reacciones alérgicas, ya que se esconden bien y pasan muchas veces desapercibidas. En contraste con los insectos que pican, los mordedores, como los mosquitos y tábanos, rara vez provocan reacciones alérgicas graves. Finalmente, también se han descrito reacciones a la mosca amarilla y a los chinches besadores.

¿Los medicamentos pueden ser también alérgenos?

Sí. Todos los medicamentos pueden provocar reacciones alérgicas. Por ello es importante que sólo se administren cuando estén indicados y, siempre, por prescripción médica. Se deben, además, evitar los tratamientos innecesarios. En general, los medicamentos son diferentes a los demás alérgenos. Las moléculas, habitualmente, no son proteicas y son muy pequeñas (haptenos). Por ello, para producir las reacciones alérgicas deben, previamente, unirse a proteínas transportadoras en el organismo. Los medicamentos orales se reconocen y se procesan de forma diferente a los que son inyectados, pero al tratarse de moléculas pequeñas suelen absorberse intactas. Así que los medicamentos que causan una reacción al ser pinchados tampoco se pueden administrar por vía oral. Los que con más frecuencia producen alergia son ligeramente diferentes en los distintos países porque, como los alimentos, suelen corresponder con los más utilizados. En España, los más habituales son los antibióticos, especialmente los derivados de la penicilina, y los antiinflamatorios, como el ibuprofeno.

Es importante saber que en muchas ocasiones, cuando se es alérgico a un medicamento, se suele ser alérgico también a otros que forman parte de la misma familia o grupo químico. Sin embargo, ser alérgico a un grupo determinado de medicamento no implica que se tenga mayor probabilidad de serlo a otros medicamentos no relacionados. Por ello, cuando se hace el estudio de alergia a medicamentos, el alergólogo indicará al paciente aquellos que deberá retirar e, igualmente, los que pueden serle administrados sin riesgo de presentar una reacción alérgica. El estudio alergológico es algo más complicado que el de los alérgenos descritos anteriormente, y, en ocasiones, comporta mayor riesgo; por ello se realizará sólo si el médico lo considera necesario y siempre por un especialista en Alergología.

Quien es alérgico a los pólenes ¿puede desarrollar alergia a alimentos como las frutas?

Sí. Los pacientes que son alérgicos al polen con frecuencia tienen problemas al ingerir algunas frutas. En ocasiones, las proteínas alergénicas de los pólenes son muy similares a las de las frutas y las verduras. Por eso, cuando los anticuerpos contra los pólenes detectan esa estructura similar en el alimento, se unen a ella y pueden desencadenar una reacción alérgica. Esta reacción con frecuencia es débil y exclusivamente en la cavidad bucal, como el picor. Se trata de alérgenos lábiles. Este fenómeno que se produce por la similitud entre los alérgenos se llama reactividad cruzada. Sin embargo, esto no es exclusivo de pólenes y vegetales. Puede ocurrir entre alimentos de origen botánico muy diferente (por ejemplo, los cacahuetes, que son leguminosas, y las avellanas, que son frutos de árboles), o bien entre productos de goma natural (látex) y algunas frutas (plátano, kiwi o aguacates

Ultima información sobre el origen de las alergias

Recientemente un equipo de investigadores franceses ha identificado el origen de las reacciones alérgicas, un hallazgo considerado como un gran avance en el tratamiento de las alergias y el asma y que se ha publicado este lunes en la revista Nature Immunology.

Los expertos descubrieron que la proteína humana interleucina-33 (IL-33) actúa como un "detector" de numerosos tipos de alérgenos en las vías respiratorias, como el polen o los ácaros.

Al llegar a las vías respiratorias, los alérgenos liberan unas enzimas llamadas proteasas que cortan en trozos la interleucina-33, lo que provoca una reacción en cadena responsable de los síntomas alérgicos. "Hasta ahora se trataban los síntomas de las reacciones alérgicas, pero este descubrimiento permitirá actuar en el origen, incluso antes de que se produzcan", explicó a Efe el codirector del estudio, Jean-Philippe Girard, que aseguró que se trata de "uno de los hallazgos del año en el ámbito de las alergias".

Investigación para limitar las crisis de asma

Girard ha apuntado que si se consigue bloquear la IL-33 con anticuerpos, se podrían limitar las crisis de asma provocadas por algunos alérgenos presentes en el aire, e indicó que algunas grandes farmacéuticas ya han empezado a investigar en este sentido. El descubrimiento también "puede ser clave" para tratar a los afectados por el "asma profesional", desarrollado por algunos trabajadores que manipulan detergentes (que contienen la proteasa llamada subtilisina) o frutas como la papaya en grandes cantidades.

Para llegar a este hallazgo, los investigadores, miembros del Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica de Francia (Inserm) y del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS), utilizaron 14 alérgenos diferentes.



¿Es hereditaria?

Existe una predisposición hereditaria a las alergias, lo que significa que un niño cuyos padres son alérgicos probablemente desarrolle algún tipo de sensibilización, aunque no tiene por qué ser la misma que la de sus padres. Por ejemplo, si el padre es alérgico al polen, tiene más probabilidades de desarrollar una alergia, pero no necesariamente al polen, sino que puede ser a otros alérgenos ambientales o incluso a alimentos como el huevo.

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